Si desde la infancia tratamos a las personas como si no supiesen nada y nosotros lo supiésemos todo, ¿cómo pretendemos vivir en un mundo libre, dónde cada uno pueda ser como quiere ser?
Los educadores, padres, maestros, familiares, etc., debemos de estar ahí, sobre todo cuando hablamos de niños muy pequeños. Pero no tenemos que estar observando para negar, criticar o castrar conductas sino más bien para aprender a conocerles y poder guiarles a ser ellos mismos y a ser libres sin sobrepasar el límite de su propia libertad. Los que me conocen ya saben que una de mis frases favoritas es esta: Mi libertad termina cuando comienza la del vecino. Esta frase se puede malinterpretar como todas, pero lo que quiero decir es que si lo que a mí me gusta es tirarle del pelo a la niña que está sentada delante de mí y a ella le hace daño estoy sobrepasando el límite de mi libertad. Creo que con este ejemplo queda muy claro lo que es libertad y lo que no. Tanto para niños, como para adultos.
Por ese motivo creo que los niños, y por ende las personas, somos como los equilibristas, tenemos que tratar de vivir en una sociedad en la que si destacas, sino opinas igual que un grupo vas a ser atacado por ese grupo. Lo diferente molesta y dudar de todo hace incomodar a cierta gente que creen saberlo todo.
El verdadero sabio es conocedor de que puede aprender de cualquier persona, incluso de un niño. Sobre todo de un niño.
Cuando alguien se propone ser padre/madre creo que empieza a hacerse preguntas o a debatir sobre que educación quiere que su hijo reciba, pero creo que lo que no se plantean muchos padres es que no es el tipo de educación o el tipo de pedagogía lo primero que se tienen que peguntar, sino ¿cuál es la meta? ¿Cuál es el objetivo? Si el objetivo es que su hijo se adapte bien a la sociedad, no le va a servir la misma metodología que si lo que quiere es que su hijo sea feliz, libre o él mismo. A esta reflexión he podido llegar gracias a aquel curso que os conté en esta entrada: Pedagogía Pikler
Lo que ocurre es que estas cosas no se las plantean normalmente unos futuros padres, y no es culpa suya. Es que sencillamente no hay tiempo para reflexionar. En la sociedad actual en la que vivimos no hay tiempo para ser nosotros mismos, para conocernos, para explorar diferentes disciplinas, artes, deportes, para interiorizar en nosotros. Ni siquiera hay tiempo a veces para quedar con nuestra familia y amigos. Y mucho menos tiempo os va a quedar cuando seáis padres. Pero esto no es vuestra culpa, sino de la sociedad que va muy deprisa y no os deja apenas respirar. Pongo aquí el enlace a un libro para niños que trata sobre el valor del tiempo:
Ahora, en el año 2021, llevamos tiempo viviendo en una Pandemia. Hemos tenido tiempo de hacer un parón, de reflexionar, de ver la vida pasar sintiéndonos ajenos a ella. Estamos parados sin poder hacer lo que nos gustaría hacer. Y es ahora cuando salen a flote las heridas que llevábamos tiempo queriendo acallar. Porque una sociedad que no interioriza y que solo vive superfluamente es una sociedad herida y vulnerable. Una persona que no sepa estar sola consigo misma es una persona que tiene miedo a enfrentar sus heridas. No hay nada de malo en llorar o en estar triste, o en sentir miedo. No hay nada de malo en sentir lo que sea que estés sintiendo en estos momentos. ¿Y sabes por qué? Detectarlo, reconocerlo y poder expresarlo es el primer paso para poder sanar esas heridas. Es ahora cuando he entendido que ningún movimiento va a cambiar el mundo. Siempre he creído que teníamos que estar unidos y luchar unidos por las injusticias. Y no digo que esto esté mal. Simplemente me he dado cuenta de que para que el mundo cambie primero debes cambiar tu primero. Si cada uno desde el punto en el que se encuentra cambia, entonces el mundo empezará a cambiar. Por ejemplo: si alguien te trata mal, empieza por no permitirlo más. Empieza a respetarte y los demás te empezarán a respetar. Lucha contra tus propias injusticas, las que estás viviendo ahora mismo. Amor es la clave para sanar al mundo. Amor hacia ti mismo y para con los demás. Esta frase no la he inventado yo, es muy antigua. Es curioso porque está escrita en libros muy antiguos, libros que millones de personas veneran en todo el mundo y sin embargo no han puesto en práctica la frase más sabia de esos libros, ni ellos ni tampoco los que odian esos libros.
Llevaba tiempo sin escribir en el Blog. Hoy he decidido entrar de nuevo y releer todas las entradas. Me ha sentado bien, ya que ahora trabajo con otra pedagogía. Al compararlas me doy cuenta de lo que quiero y no quiero para la futura educación.
Una amiga me dijo también algo que me hizo reflexionar, yo le pregunté; ¿Cómo se puede saber si se está sobrepasando el límite entre enseñar, educar o poner disciplina a los niños y en ser autoritario? Ella me contestó que la diferencia estaba en el trato que se les daba a los niños.
Una compañera también me mostró una clave, me dijo: Si tienes que tratar a los niños de una manera en la que tú no te sientes cómoda, es que no estás haciendo algo bien. Uno tiene que sentirse libre trabajando, sentir que estás siendo tú misma.